Un aguante al glorioso choripan

viernes, abril 07, 2006

Los orientales no saben nada

Esta historia ocurrió pasado el 15 de enero de 2004. Cómo buen obrero en la era global, guardé cada centavos para salir de vacaciones. Y tiré la casa por la ventana. Contra todos los pronósticos, Uruguay me dio la bienvenida, con sus playas de aguas claras y arenas suaves. Mochila al hombro, y compañera de viajes de la mano derecha, hice mi arribo a Piriápolis, ciudad atestada de argentinos, claro, como todo el país vecino. Caro todo. Obvio, dos sucios mochileros en la patria vacacional de la crema argentina. Había que ser boludo para intentarlo. Pero lo hicimos. Los carteles de parrilladas, tenedores libres y chiviterías ahuyentaban a cualquiera. Y ahí lo ví: "Choripan a 1,50", rezaba el cartel de un piringundín que estaba cerrado. Volvimos al hospedaje, una buena fregada mediante, y vestido de etiqueta me fui a por mi cena. El embutido estaba cocido desde hacía días. El hombrecito que atendía lo sacó de no se donde y armó para matar: cortó al medio el chorizo y, abierto como "mariposa", lo puso a calentar en una plancha para hamburguesas. Cómo explicarte los lagrimones que arrastraban las impurezas de mis pómulos. No lo podía creer. Lo peor de todo fue ver su tamaño: apenas entraba en un bollito de Villeco.

Fue una experiencia reveladora. Nunca más volveré a pedir un choripan en Uruguay. Lo sé, pagan justos por pecadores. Pero hasta que no se demuestre lo contrario voy a sostener siempre lo mismo: los orientales no saben nada...

Con Charly en el Palacio de los Deportes

Luego de un año, Charly García regresaba a la provincia, un hecho inédito si hacemos un poco de memoria y recordamos su larga ausencia gracias a Manotas. Sin embargo, hecho mierda y casi sin voz dio un recital increíble. Bah, con sólo subir al escenario ya cambia la historia. Pero vayamos al grano. Ya habían quedado atrás las dos horas y pico de concierto y me disponía a volver a casa, a sólo un par de cuadras de ahí. Sin embargo, ése aroma saladón penetró mis pulmones maltratados. Parada obligada. Sin mediar comentario, saqué dos monedas del bolsillo, estiré la mano y a cambio recibí un choripan. No había ojos que aprobaran su escasa salubridad, pero el chori es así, entra por la boca, nada más.

Cómo explicarle lo bueno que estaba, o lo hecho mierda que estaba yo. Eso nunca lo sabré. Pero lo guardo como un grato recuerdo. Tal vez, dentro de los 5 mejores.

Parada técnica en La Vía

Cualquier momento es excusa. Si vas a la cancha. Visitas un amigo. Bajoneas. Andás boludeando. O solamente: Porque sí. Este es el razonamiento medio de un tucumano cuando ve que la avenida Gobernador del Campo se encuentra humectada por olor a choripán. Y sí, el reducto familiar (los atienden entre 4 o 5 tipos idénticos, claro que algunos son más bajos, más flacos, etc. Pero idem) conocido localmente como "El Chori de La Vía" es uno de los platos más autóctonos de la geografía tucumana desde que el sol comienza a esconderse.

Criollos y parrilleros, enrrollados en una gran parrilla, esperan un corte para zambullirse en un pan y revolcarse en mayonesa, mostaza, lechuga, tomate y chimi.

Si no andás con apuro, podés sentarte en sillas plásticas hermosamente ubicadas... sobre las vías. Tranca... los ferrocarriles dejaron de funcionar en Tucson hace más de una década. Por eso, los tucumanos sólo nos consolamos con ver humear a las gloriosas y amadas parrillas atestadas de choripan.

jueves, marzo 02, 2006

Años de trabajo


Creo que la primera vez que me tope con uno tenía 12 años. Claro, hablo de un profesional del Choripan; de esos que anuncian a kilómetros su presencia. Fue amor a primera vista. Miles de kilogramos de embutido de dudosa procedencia fueron ingeridos por mi organismo. Así me fue. Pero igual anuncio, por medio de este blog, que en los próximos días comenzaré a contar detalles del "Tour Gastronómico-Social" al que estoy abocado desde hace casi ya una década. Provincias argentinas, países limítrofes, esquinas de barrios, canchas, recitales, procesiones, cumpleaños de 15, cenas aniversarios y muchos acontecimientos mas fueron testigos de mi incondicional amor.

martes, febrero 28, 2006

¿Con o sin chimi?

Desde la edad media, los choripanes fueron los paladines de todo encuentro nacional. Pero cuando se trata de su decoración nacen las diferencias. Sin embargo, el chimi-churri es indiscituble. Tiene o tiene que estar arriba del glorioso embutido.

¿Con lechuga y tomate o sin lechuga ni tomate?

Esta es tal vez una de las diyuntivas más grandes del mundo choripaneril. Claro, es una cuestión cultural. Para los porteños, este bocadillo acompañado con verduras es una aberración. Sin embargo, para un tucumano como yo es anti natural. Es llegar a Retiro y sentarse en una barra y pedir un sanguche de milanesa y ver como lo sacan detrás de una vidriera, como si fuera un vestido en exhibición.

El punto de partida

A partir de ahora, y por medio de este blog, se intetará rescatar uno de los platos más populares de la Argentina: el choriopan, esa mezcla de embutido y harina que puebla cada esquina del país. Tan humeante como sabroso, este bocadillo es el Terminator gástrico nacional y una patada en los huevos a las famosas cadenas internacionales, o sea: los fast food.